Regenerar la laguna de chapapote de Arganda llevará más de una década
La primera fase de retirada de los aceites acumulados hace 25 años se retrasa porque la demanda de combustible reciclado ha sido menor de lo previsto
Arganda del Rey
A medida que la laguna contaminada de Arganda del Rey, en el Parque Regional del Sureste (Madrid), se va vaciando de los miles de toneladas de aceites industriales vertidos allí hace un cuarto de siglo, el negrísimo chapapote que queda en el lecho va siendo cada vez más denso. Esto dificulta enormemente saber cuánto material contaminante queda por extraer y cuándo dejará de ser posible succionarlo mediante bombas —como se lleva haciendo desde octubre de 2014— y habrá que empezar la extracción con maquinaria.
Arganda del Rey
A medida que la laguna contaminada de Arganda del Rey, en el Parque Regional del Sureste (Madrid), se va vaciando de los miles de toneladas de aceites industriales vertidos allí hace un cuarto de siglo, el negrísimo chapapote que queda en el lecho va siendo cada vez más denso. Esto dificulta enormemente saber cuánto material contaminante queda por extraer y cuándo dejará de ser posible succionarlo mediante bombas —como se lleva haciendo desde octubre de 2014— y habrá que empezar la extracción con maquinaria.
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Lo que es seguro es que esa primera fase, la de bombeo, no terminará este mes de junio como se estimó hace poco más de un año, sino que se prolongará hasta finales de octubre. La razón es que las cementeras que usan como combustible para sus hornos los aceites de la laguna —después de un proceso de tratamiento— no están trabajando al ritmo esperado. “La salida de la crisis de la construcción ha sido a un ritmo más lento y las fábricas de cemento producen menos de lo que estaba previsto”, explica por teléfono Daniel Barettino, subdirector General de Inspección y Disciplina Ambiental de la Consejería de Medio Ambiente, responsable de la limpieza que está llevando a cabo la empresa pública Tragsa.
Esto a su vez retrasa en torno a un año, hasta 2021, la segunda fase, la mecánica, de extracción de aceites. Así, sumando los dos años que aproximadamente durará la posterior descontaminación de suelos (70.000 metros cúbicos) y otros 12 meses de restauración final, la limpieza de la zona se prolongará al menos durante una década. Casi el doble de lo que la empresa dedicada al reciclaje de aceites e hidrocarburos Ulibarri-Piqsa tardó en contaminar la laguna artificial, entre 1989 y 1995. La firma quebró poco después y el delito ecológico prescribió en 1998.
Por eso, es el Gobierno regional el que está sufragando los trabajos. De momento, para la primera parte de extracción de aceites a través de bombeo —se han sacado 37.500 toneladas de un total estimado de 44.000— el presupuesto es de 8,6 millones de euros. Para la siguiente fase aún no hay un importe cerrado, ya que se está terminando de redactar el proyecto para sacar otras 27.000 toneladas, explica Barettino. Cuando se presentó la iniciativa en 2013, se calculó un gasto global de 14,5 millones, a los que habría que añadir los 50.000 euros que le costó al Ejecutivo comprar los terrenos en diciembre de 2009.
Aunque está claro que no volverá a tener agua, todavía no está decidido definitivamente el futuro de esta antigua laguna una vez que esté restaurada. Barettino explica, sin embargo, que la idea inicial es ubicar allí un nuevo centro de Educación Ambiental para escolares de la Comunidad de Madrid. “Creemos que puede ser un buen ejemplo de cómo se hacían las cosas en los años setenta y ochenta, de los problemas que se crearon y de cómo se ha podido recuperar”, explica.
AVES MUERTAS Y ACTIVISMO
Un fuerte ruido, como de un disparo, suena periódicamente en el recinto vallado de unos 50.000 metros cuadrados que protege la laguna tóxica, de unos 12.000 metros cuadrados. Es un cañón de sonido que trata de ahuyentar a las aves que, si se acercan al chapapote, es muy probable que acaben muertas.
Precisamente esta —las muertes de pájaros se llegaron a contabilizar por decenas— fue una de las razones que movilizaron a los grupos ecologistas hace dos décadas para exigir a las autoridades la limpieza de la laguna artificial, una de las que existen en la zona producto de los enormes agujeros que dejaron tras de sí graveras de los años cincuenta que se fueron agotando.
Pero justo esta laguna es la que eligió Aceites Ulibarri-Piqsa para verter sus residuos tóxicos entre 1989 y 1995. Quebrada esta compañía, Ángeles Nieto, de Ecologistas en Acción, asegura que fue solo gracias a las presiones de vecinos y de asociaciones como El Soto por lo que la Comunidad acabó asumiendo la limpieza. Por eso, añade, remoloneó tanto tiempo hasta comprar los terrenos (en 2009) y, después, iniciar los trabajos (2014).