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Dos personas, en una instalación para el avistamiento respetuoso de aves en Puebla del Río, Sevilla. LOLO VASCO/ TRAMAGESTIÓN/ TURISMO ANDALUZ (EL PAÍS, 2-11-2018) |
Observar aves es un de los mayores placeres para un naturalista. Cuando lo haces, estás en medio de la naturaleza, ves cómo la vida crece y se desarrolla a tu alrededor; cómo aves, insectos, mamíferos, reptiles, aparecen y desaparecen por entre piedras, arbustos, árboles, nubes. La naturaleza se te ofrece y sólo tienes que abrir los ojos con asombro y disfrutar. Los espacios abiertos te rodean, el sol calienta tu piel, el cielo te protege y tú sólo tienes que mirar y ver.
Pero no es así en estos momentos, todo es la antítesis de lo expuesto: el encierro, la falta de libertad. Pero también el recuerdo de las visitas hechas, la imaginación en marcha para llevarte a espacios conocidos, los libros o internet para acercarte a la naturaleza o a esas aves que ansías poder ver de nuevo en el campo.
Aunque desde casa también hay espacio y tiempo, sobre todo tiempo, para la observación desde ventanas, terrazas, patios y jardines. Basta de nuevo con abrir los ojos y ver.
Desde que comenzó hace unos días, ya un mes, este encierro obligado a que nos ha conducido la situación, miro al cielo y veo, veo aves como siempre. Y más que nunca envidio su vuelo, su libertad, su capacidad de elevarse sobre todos y sobre todos y poder recorrer largas distancias sin que nada las molesta. Ahora, no las molestan ni los seres humanos, todos aislados en nuestro confinamiento, todos encerrados sin libertad, todos dentro del mundo de mentiras, engaños y negligencias que nos han llevado hasta este momento.
Estos días he podido disfrutar desde mi casa, en los límites del denominado Parque regional del sureste de la Comunidad de Madrid, el de las cuencas bajas de los ríos Jarama y Manzanares de algunas aves como estas que os expongo, a partir de las imágenes tomadas de la web de SEO/Birdlife, de su Guía de aves.
Vean, observen, disfruten de nuestras aves.